Con motivo del proceso de reforma judicial actual en México, mucho se ha hablado sobre la forma en las personas integrantes de la Suprema Corte de Justicia de la Nación serán elegidas. Al respecto, me parece interesante conocer lo que sucede en otras latitudes, especialmente con nuestro vecino del norte.
Aún en los países considerados por la mayoría como desarrollados y democráticos, la designación de los miembros de los tribunales constitucionales suele efectuarse mediante mecanismos de selección que involucran a los poderes ejecutivo y legislativo. Un poder soberano con mayor control sobre la selección de los integrantes del poder judicial le permite definir la ideología de la Suprema Corte, con el impacto que ello conlleva en la sociedad. El control en la selección de los miembros de los tribunales constitucionales permite a las fuerzas sociopolíticas que los nombran preservar lo más posible su hegemonía y favorecer sus políticas públicas.
En los Estados Unidos la Corte Suprema se integra con nueve “justices” o ministros que duran en el cargo hasta su muerte o su retiro voluntario. Ante una vacante, el presidente en turno debe designar al ministro sucesor y el senado debe ratificarlo por mayoría. Durante la presidencia del demócrata Barack Obama, quien durante su mandato había nombrado a las ministras liberales Sonia Sotomayor y Elena Kagan, la Suprema Corte se mantenía relativamente equilibrada entre conservadores y liberales.
En febrero de 2016 muere el ministro Antonin Scalia, pilar del ala conservadora de la Corte. Temiendo el control liberal del tribunal constitucional, el senado estadounidense impidió a Obama designar al sucesor de Scalia, reservando esa responsabilidad para el presidente electo en noviembre de ese año, quien a la postre sería el republicano Donald Trump.
Cuando Trump asumió el cargo, el 20 de enero de 2017, encontró una Corte integrada por ocho ministros, por lo que nombró al conservador Neil Gorsuch para completarla, manteniendo un cierto equilibrio ideológico del máximo tribunal. El 27 de junio de 2018 el ministro Anthony Kennedy, quien usualmente se alineaba con los liberales en decisiones judiciales de índole social, anunció su retiro permitiendo a Trump nombrar al conservador Brett Kavanaugh en su lugar, inclinando la Corte a la derecha. Para desgracia de los liberales, el 18 de septiembre de 2020, sobrevino la muerte de la ministra Ruth Ginsburg y con ella sus ideas progresistas, permitiendo a Trump nombrar en su lugar a la ultra conservadora Amy Barret.
Una vez que el partido republicano recuperó el poder, tocó al presidente Joe Biden efectuar el reemplazo del juez liberal Stephen Breyer quien se jubiló en 2022, nombrando a la ministra Ketanji Jackson en su sustitución y con la misma ideología. La Suprema Corte de los EE.UU., paso entonces, de tener un perfil de centro izquierda a uno que se inclina peligrosamente al conservadurismo, luego de las tres designaciones de Trump.
En el segundo periodo presidencial de Trump, la ideología de la Suprema Corte estadounidense se perfila indefectiblemente hacia el lado conservador pues los ministros Clarence Thomas, Samuel Alito y Sonia Sotomayor tienen más de setenta años de edad, especulándose la existencia de cuando menos un par de vacantes. Si esto sucediera, Trump sería el primer presidente desde Dwight D. Eisenhower en nombrar personalmente a cinco de los nueve integrantes de la Corte, con lo que esto implica para el máximo tribunal estadounidense y la democracia.
La ideología con que se configura el tribunal constitucional de cualquier país es de vital importancia para su futuro. Ante la coyuntura que vive México hoy en día con la reforma judicial, la elección de las ministras y ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación no debe tomarse a la ligera.
Mtro. CARLOS E. ODRIOZOLA MARISCAL
Presidente del Centro Contra la Discriminación (CeCoDi)
Cuenta de “X”: @ODRIOZOLA1

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